En las calles adyacentes a la emblemática arteria vial, también hay una vida económica que se resiste al abandono
Jonathan Maldonado
A diferencia del casco central de San Antonio del Táchira, donde predomina la soledad y el deterioro, en la emblemática avenida Venezuela, que conecta con la aduana principal y posteriormente con el puente internacional Simón Bolívar, persiste un dinamismo a causa de los miles de ciudadanos que transitan por esta vía.
En el tramo que va desde la Redoma del Cementerio y hasta la aduana, lo formal se mezcla con lo informal. Las tiendas abren sus santamarías a la par de un grupo de trabajadores de calle que van vociferando sus servicios: “carretilleros”, “silleteros” y “carrucheros” tienen sus paradas, así como los vendedores de pasteles, refrescos, agua, café y golosinas.
Los hombres y mujeres que prestan sus servicios en vehículos a dos ruedas están uniformados. Según se conoció, es una orden que proviene de los funcionarios que hacen vida en las cercanías del tramo binacional para tener un “control y orden” de la cantidad de personas que se dedican a estos oficios.
En esta vía, pese a que es la más concurrida y movida de la jurisdicción fronteriza, hay locales que mantienen sus puertas cerradas. “Hace falta que regresen las casas de cambio”, manifestó Humberto Rico, habitante del estado Táchira, y quien detuvo su paso por la avenida para conversar con el equipo reporteril de La Nación.
Rico ha visto los cambios en frontera. “Se extraña el paso de vehículos. Ojalá y la fecha del 1 de enero de 2023, anunciada para la reactivación del paso de carros particulares y de transporte público, se respete”, indicó mientras lamentaba el tener que ir a La Parada para cambiar sus divisas.
Otrora, cuando la frontera gozaba de una reapertura total (hace siete años), en la avenida funcionaban cerca de 14 casas de cambio, las cuales permitían tener cotizaciones más acorde a la realidad económica y no estaban sujetas a un solo grupo, como pasa en la actualidad con el corregimiento de La Parada.
*Esperan sus clientes*
Parte de las calles 3, 4, 5 y 6 mantienen también un dinamismo: estacionamientos, taxistas, mototaxitas, cuidadores de carros, vendedores de gasolina colombiana y los propietarios de algunos comercios aprovechan el movimiento generado por la ubicación en la que se hallan: cerca de la avenida y de la aduana.
“La vida económica se concentra en esta zona. Si se sube y se llega al centro, la situación cambia, pues la soledad deprime y preocupa”, sentenció Gerson Páez, quien combina su trabajo de vigilante de carros con la venta de refrescos. “Hay que ponerle ganas a lo que salga; mientras sea trabajo es válido”, apuntó.
Los grupos de “silleteros”, “carretilleros” y “carrucheros” están organizados, no interrumpen el tránsito. Solo esperan que arribe su cliente para salir con dirección al tramo binacional.